domingo, 7 de febrero de 2016

DEVOCIÓN. Microrrelato.


Recorrió el templo con su ofrenda en las manos, embriagada por el aroma de los narcóticos que ardían en los pebeteros. Despacio, se arrodilló ante el Elevador Sacro y pulsó el Botón de Acceso a la Conciencia Superior.

Las puertas de metal dorado se abrieron con suavidad, dejando a la vista la cabina acolchada. Con movimientos precisos, tantas veces repetidos desde la infancia, depositó en el saquito de trigo sarraceno, las antiguas monedas de cobre y la tarjeta con su petición manuscrita, como prescribía la tradición, al tiempo que recitaba el primer mantra de la Sagrada Escritura.

— Elevamos nuestros sueños, alzamos nuestros corazones. Ten, Señora, piedad de ellos.

Las puertas se cerraron con un suspiro hidráulico y la mujer contempló con arrobo cómo el ascensor salvaba las siete plantas del Nirvana hasta el altar de la Diosa Madre.

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